EFE, la cuarta mayor agencia de noticias del mundo, ha sacado esta tarde una extensa nota sobre el nuevo libro que se presentará entre hoy y el jueves en Benalup y que saldrá publicada mañana en periódicos de todo el país.
Una veintena de historiadores analizan "Los sucesos de Casas Viejas"
Cádiz, 10 ene (EFE).- Un nuevo libro, "Los sucesos de Casas Viejas en la Historia, la Literatura y la Prensa (1933-2008)", analiza la masacre que en enero de 1933 convirtió esta pequeña localidad gaditana en "un mazazo" para quienes tenían esperanzas de que la II República pudiera cambiar España.
Dos historiadores, el francés Gérard Brey, y el español José Luis Gutierrez Molina, han sido los coordinadores de este libro, en el que cerca de veinte historiadores repasan la revuelta anarquista que el 8 de enero de 1933 se produjo en Casas Viejas y la "despiadada" represión que acabó con ella cinco días después, con una veintena de vecinos muertos.
Aquellos hechos se convirtieron en "un símbolo" que aún hoy permanece en la memoria, según explican a EFE José Luis Gutiérrez Molina y Gérard Brey, que hoy presentan en su escenario, en la hoy llamada Benalup-Casas Viejas, este libro editado por la Diputación Provincial de Cádiz y la Fundación Casas Viejas.
Un estudio con el que Gérard Brey se propuso "actualizar todos los conocimientos sobre aquella tragedia", que él mismo comenzó a investigar hace cuarenta años, cuando, tras vivir el mayo del 68 francés, decidió dedicarse al estudio de los movimientos radicales de izquierda y en 1969, con 22 años, viajar a España para hacer una tesis sobre los sucesos que desde una pedanía aislada de Cádiz habían conmocionado más allá de España.
Los hechos se iniciaron el 8 de enero de 1933, cuando decenas de sindicalistas anarquistas que recogían el sentir de unos campesinos "desesperados, castigados por la miseria y que no tenían nada que perder", según recuerda Brey, se lanzaron a una revuelta sumándose así a una convocatoria de huelga general en demanda de más reformas.
"Las revueltas ocurrieron también en otros sitios de España, pero fueron controladas enseguida. La diferencia es que Casas Viejas era una aldea tan aislada, que no llegó información de que el resto de movimientos habían fracasado", explica Brey.
Los campesinos de Casas Viejas siguieron adelante con su revuelta y llegaron a proclamar el comunismo libertario. "Tomaron el pueblo, nadie se opuso", hasta que rodearon el cuartel de la Guardia Civil, lo sitiaron y se inició un tiroteo durante el que dos guardias civiles murieron.
Tras ver que el resto de las revueltas estaban controladas, el Gobierno temió que Casas Viejas se convirtiera en "un foco que se contagiase", y envió al lugar a la guardia de asalto.
Fue entonces cuando llegó a Casas Viejas, al mando de estas fuerzas, el capitán Manuel Rojas, quien no dudó en ordenar "una represión despiadada".
De noche mandó prender fuego a una choza de paja, un incendio que mató a siete de sus ocupantes, y después ordenó fusilar frente a las cenizas de esta vivienda a otros catorce vecinos.
Aquellos sucesos provocaron tres procesos judiciales, uno de ellos militar, contra 23 campesinos, doce de los cuales fueron condenados.
Los otros dos juicios se dirigieron contra Rojas, que fue condenado, primero, a 21 años de prisión, y luego, cuando el Tribunal Supremo ordenó repetir la vista, sólo a tres, lo que hizo que en 1936 quedara en libertad y se incorporara a las unidades de apoyo a los golpistas en ciudades como Granada.
"Fue la primera persona que hizo un registro de la casa de Federico García Lorca, el que motivó que el poeta huyera a la casa de los Rosales", recuerda Gutiérrez Molina.
Aquellos sucesos de Casas Viejas fueron "la gota que colmó el vaso en la confianza de que la República iba a ser capaz de llevar a cabo las reformas sociales que se esperaban", según apunta este historiador, que señala que el Gobierno perdió entonces la confianza de muchos.
Y no sólo porque la matanza se hubiera producido, sino también por la tardanza en reconocer lo que había ocurrido, que sólo salió a la luz cuando, días después, acudieron al lugar de los hechos dos periodistas madrileños, uno de ellos, Ramón J. Sender, que luego publicaría una novela sobre estos sucesos.
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